No es la primera vez que encabezo este espacio con el nombre de un pueblo extremeño, porque para ser ciudadanos del mundo hay que serlo primero de lo más próximo y entrañable. A pocos kilómetros de Monfragüe, el castillo de Monroy no está en lo alto de un cerro dominando con altivez el caserío, sino que se integra al mismo nivel en su plaza mayor, como si nobleza y pueblo llano no hubieran dirimido nunca allí sus rancias diferencias. Y algo de esto debe haber, pues la llaneza de los monroyegos tiene todavía ese tinte distinguido y noble, esa simbiosis llevadera entre alcurnia y sencillez que se traduce en una hospitalidad sincera que he tenido la oportunidad de disfrutar en la reciente semana cultural de esta acogedora Villa, en su quinta edición.
Con estas palabras nos menciona Alfonso Callejo en su columna del periódico Hoy.
Doble agradecimiento para Alfonso uno por su visita a Monroy en la Semana Cultural de 2008 y el segundo por dedicarnos estas palabras tan elogiosas en un medio escrito.
Doble agradecimiento para Alfonso uno por su visita a Monroy en la Semana Cultural de 2008 y el segundo por dedicarnos estas palabras tan elogiosas en un medio escrito.
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