lunes, 14 de mayo de 2012

EMOCION MELODRAMATICA

En el Gran Teatro cacereño, el viernes 11 de mayo, había mucho público expectante para ver a dos famosas actrices: la veterana Mª Luisa Merlo, muy sencilla y natural, en bata y a la guapa y elegante Miriam Díaz Aroca, las cuales no defraudaron en absoluto, pues pusieron contrastada emoción a sus doloridos y a ratos desenfadados personajes. Estos se veían acosados por el celoso dolor, la grave enfermedad y la asfixiante soledad, pero que iban siendo vencidos por la amistad compartida por ellas dos, tras penosas vicisitudes, pues las dificultades compartidas que suelen unir y solidarizarse mucho a los sufridores. El pretexto del encuentro es el intento de “comprar un una ganga de piso, pero con inquilino dentro”, una inquilina mayor (Mª Luisa Merlo), superfumadora y enferma de corazón pero especialmente de soledad, la cual se encuentra con la relativamente joven compradora,(Miriam Díaz Aroca), que también quiere huir de otra soledad circunstancial, impuesta por el desamor: ambas, tras las pruebas propias de convivir dos edades y caracteres tan distintos, encuentran la ansiada amistad para desahogar sus respectivos hundimientos psicológicos, por las graves enfermedades sobrevenidas a las dos y celebrando con intenso gozo su recuperación y la dulce paz del hogar, formado por dos singulares mujeres. El contrapunto cómico a este melodrama femenino, giraba en torno al multifuncional personaje masculino, graciosamente interpretado por Miguel Vigil, el cual pasa por ser agente de pisos y seguros, conductor de ambulancias, portero y hasta cantante fallido en un concurso televisivo: este solidarizaba como fumador y asistente con la inquilina mayor, siempre con alguno chascarrillo simpático a mano. Una muy escueta ambientación, con funcional escenografía y sobrio atrezzo de dos sillas, sillón y mesa con servicio de café y copa, daban la impresión de provisionalidad, al estar el piso en venta; con un curioso armario-habitación o escondrijo de la mujer mayor, donde se escondía y disfrazaba a veces. Un entarimado daba idea de un piso alto, que hacía resonar a veces demasiado el taconeo de Miriam; contrapunteado a ratos con una intrigante música, como al principio de la función. La luminotecnia, con frecuentes oscuros para marcar la transición entre las escenas, a veces en penumbra o con iluminación parcial de los pasillos o del curioso armario-escondrijo. Al final el cambio psicológico de los dos personajes femeninos, para reforzar su evolución positiva de salud física y psíquica, se aprecia en un cambio de look y de vestuario notablemente afortunado de ambas. El prolongado e intenso abrazo final entre la pareja femenina estalló en un prolongado aplauso, envuelto en vibrantes bravos, que confirmaban un celebrado éxito de este trío de buenos actores que supieron encerrar, gracias a la pluma y dirección de Juan Carlos Rubio, mucha y fina emoción en 100 metros cuadrados, de la que se contagió el abarrotado aforo del Gran Teatro.

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