«Tras la guerra se quitó el reloj y rompió el carné de conducir»
Rodríguez Spiteri, presidente de la Fundación Palazuelo, hace un recorrido por la vida de su tío
Sin televisión, sin reloj, sin coche, a sus 91 años Pablo Palazuelo vive sólo en el campo, en Galapagar, a las afueras de Madrid. Y continúa trabajando. «Cada día, a las diez y media de la mañana, muy abrigado, sube a su estudio. Siempre tiene puesta la calefacción, aunque haga calor, y dibuja a lápiz o con tinta china», cuenta José Rodríguez Spiteri, su sobrino y presidente de la fundación que vela por la obra del pintor.
«Mi tío tiene una colección personal bastante importante. Son óleos, esculturas y una inmensa base documental que ahora tratamos de ordenar. Pablo nunca ha sido una persona de orden administrativo». Quizá por su autoimpuesta soledad, «al contrario de su gran amigo Chillida, que tenía a Pili, siempre ha estado solo y soltero. Nunca se ha preocupado de contestar una carta o guardar un papel y es una pena, porque se han perdido documentos de cuando marchó a estudiar a Francia, en 1948». Allí coincidió con el escultor guipuzcoano, y surgió la admiración mutua. «Es el padrino de uno de los hijos, de Eduardo, y en su estudio la única obra que no es propia es un alabastro de Chillida junto al que le gusta trabajar». .
Son pocas, sin embargo, las cosas que el pintor madrileño ha contado a su familia sobre sus años mozos. La Guerra Civil , en la que le luchó como aviador en el bando rebelde, le marcó profundamente. «Nunca habla de ello, debió de ser muy duro. Él era estudiante de arquitectura en Oxford y en el 36 aterrizó en una base aérea de Sevilla y le hicieron aviador. Creo que hasta le derribaron, porque tiene una cicatriz en la frente y hay fotos de entonces en las que se le ve escayolado. Lo único que dice es que la guerra le produce una profunda tristeza. Cuando terminó la contienda, se quitó el reloj y rompió su carnet de conducir. No sabemos por qué».
Y después, ironías del destino, llegó el exilio francés. « La España de los años 40 no era la idónea para un pintor abstracto. Tampoco podía trabajar de arquitecto como quería su padre, ya que convalidar unos estudios cursados en Oxford era imposible. Afortunadamente, su madre le apoyó indirectamente y la acogida de los galeristas Maeght en París fue determinante».
«No era él»
Corría 1948 y en París 'nació' un pintor. «Cuando salen a relucir sus cuadros figurativos, retratos y bodegones, y algunas pinturas cubistas dice que ése no era él». Donde sí se reconoce es en las viejas servilletas, donde dibujaba a lápiz mientras comía en los bistrós del parisino Barrio Latino: «Hay muchas en su estudio, estamos intentando clasificarlas».
Hoy, el más influyente pintor abstracto español de la segunda mitad del siglo XX, vive en su universo particular. «Mantiene sus facultades, aunque la cabeza a veces se le va, y va a Madrid todas las semanas para visitar a su hermana. A pesar de su soledad, Pablo es una persona entrañable y muy cariñosa con la familia».
Y así seguirá. «Tiene mucha personalidad; a veces, en mitad de una conversación, decide que algo ya no le interesa y el asunto queda zanjado. Otro ejemplo. En los años setenta, cuando regresó a España, se embarcó en la reconstrucción de la fortaleza de Monroy (Cáceres), construida en 1342. Tras muchos años de vivir allí la abandonó. ¿Por qué? Ya no le interesaba».
Publicado en el correo digital con motivo de su exposición en el Museo Guggeheim de Bilbao
Rodríguez Spiteri, presidente de la Fundación Palazuelo, hace un recorrido por la vida de su tío
Sin televisión, sin reloj, sin coche, a sus 91 años Pablo Palazuelo vive sólo en el campo, en Galapagar, a las afueras de Madrid. Y continúa trabajando. «Cada día, a las diez y media de la mañana, muy abrigado, sube a su estudio. Siempre tiene puesta la calefacción, aunque haga calor, y dibuja a lápiz o con tinta china», cuenta José Rodríguez Spiteri, su sobrino y presidente de la fundación que vela por la obra del pintor.
«Mi tío tiene una colección personal bastante importante. Son óleos, esculturas y una inmensa base documental que ahora tratamos de ordenar. Pablo nunca ha sido una persona de orden administrativo». Quizá por su autoimpuesta soledad, «al contrario de su gran amigo Chillida, que tenía a Pili, siempre ha estado solo y soltero. Nunca se ha preocupado de contestar una carta o guardar un papel y es una pena, porque se han perdido documentos de cuando marchó a estudiar a Francia, en 1948». Allí coincidió con el escultor guipuzcoano, y surgió la admiración mutua. «Es el padrino de uno de los hijos, de Eduardo, y en su estudio la única obra que no es propia es un alabastro de Chillida junto al que le gusta trabajar». .
Son pocas, sin embargo, las cosas que el pintor madrileño ha contado a su familia sobre sus años mozos. La Guerra Civil , en la que le luchó como aviador en el bando rebelde, le marcó profundamente. «Nunca habla de ello, debió de ser muy duro. Él era estudiante de arquitectura en Oxford y en el 36 aterrizó en una base aérea de Sevilla y le hicieron aviador. Creo que hasta le derribaron, porque tiene una cicatriz en la frente y hay fotos de entonces en las que se le ve escayolado. Lo único que dice es que la guerra le produce una profunda tristeza. Cuando terminó la contienda, se quitó el reloj y rompió su carnet de conducir. No sabemos por qué».
Y después, ironías del destino, llegó el exilio francés. « La España de los años 40 no era la idónea para un pintor abstracto. Tampoco podía trabajar de arquitecto como quería su padre, ya que convalidar unos estudios cursados en Oxford era imposible. Afortunadamente, su madre le apoyó indirectamente y la acogida de los galeristas Maeght en París fue determinante».
«No era él»
Corría 1948 y en París 'nació' un pintor. «Cuando salen a relucir sus cuadros figurativos, retratos y bodegones, y algunas pinturas cubistas dice que ése no era él». Donde sí se reconoce es en las viejas servilletas, donde dibujaba a lápiz mientras comía en los bistrós del parisino Barrio Latino: «Hay muchas en su estudio, estamos intentando clasificarlas».
Hoy, el más influyente pintor abstracto español de la segunda mitad del siglo XX, vive en su universo particular. «Mantiene sus facultades, aunque la cabeza a veces se le va, y va a Madrid todas las semanas para visitar a su hermana. A pesar de su soledad, Pablo es una persona entrañable y muy cariñosa con la familia».
Y así seguirá. «Tiene mucha personalidad; a veces, en mitad de una conversación, decide que algo ya no le interesa y el asunto queda zanjado. Otro ejemplo. En los años setenta, cuando regresó a España, se embarcó en la reconstrucción de la fortaleza de Monroy (Cáceres), construida en 1342. Tras muchos años de vivir allí la abandonó. ¿Por qué? Ya no le interesaba».
Publicado en el correo digital con motivo de su exposición en el Museo Guggeheim de Bilbao
3 comentarios:
Esencial para entender el arte del siglo XX, Palazuelo recibe un homenaje en el Guggemheim con una retrospectiva de más de 300 obras, en la que caben todas las lenguas de entendimiento creativo en las que ha "hablado".
Hasta el 3 de Junio para quién esté en Bilbao.
no se entiende eso de lo de la indiferencia con el 2.009.
y esa reacción señalada en distinto color?.
no se entiende. expliquensé.
Puede que en vez de una pregunta por lo de la “indiferencia con el 2009” lo que tendría que suscitar la frase fuese alguna respuesta. Al menos alguien se interesa por el asunto.
Parece que anda todo el mundo un poco liado con las elecciones municipales y autonómicas, a lo mejor cuando terminen gane quien gane alguien se preocupe de estos asuntos, estos que ahora no parecen importantes pueden ser muy interesantes para Monroy en el futuro.
Quiero hacer constar que la Asociación Histórico Cultural El Bezudo, lanzo la idea, no quiere ser protagonista del evento y compromete a todas las Asociaciones y Entes Públicos a que tomen cartas en el asunto, para modelarlo, reconducirlo, apoyarlo y hacerlo llegar a buen puerto.
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